Chávez de verdad, verdad
por Carola Chávez
Hace
unos días se estrenó en en la tele El Comandante, una serie producida
por Sony, que tenía que acaparar todo el rating de todo el continente.
Anunciada en un cartel con el primer plano de un actor un colombiano
vestido de militar y una boina roja enmarcando su sobre actuada cara de
villano maluquísimo; la misma cara que usó, por cierto, para interpretar
a Pablo Escobar en otra serie, porque ese tipo parece especializarse en
personajes malucos, eso nos dice entre líneas Sony: Chávez y Pablo
Escobar Gaviria son igualitos, pues.
Avisado
su estreno por todos los medios de mundo a modo de notición, como nunca
vimos hacer con serie televisiva alguna, el primer episodio salió al
aire y ahí mismito se desinfló. El Chávez malvado de Sony, con todo
aquel respaldo mediático, con toda la bulla, con todo el morbo, no dio
la talla y llegó detrás de la ambulancia en el rating ese día. Y si me
preguntan, a mi no me sorprendió que así fuera.
El
comandante es una serie hecha a la medida de antichavismo continental
clasemediero, que no pierde su tiempo viendo series producidas en sus
propios países, porque están convencidos de que aquí, nosotros,
tercermundistas inferiores guácalas, no somos capaces de hacer tele tan
buena como la que hacen los gringos. ¿Quién va a preferir una serie
autóctona con acento colombiano cuando puede ver vainas como The Walking
Dead? O sea… Ahí está el primer strike.
Luego,
si contaban con los pobres, con los excluidos de siempre, a los que
Chavez miró a los ojos, tocó y visibilizó; si contaban con eque ellos se
tragaran esa historia deforme, se ganaron el segundo strike. El pueblo
pobre supo conocer a Chávez, el de verdad, verdad, por encima del
descomunal esfuerzo de la mediática global por satanizarlo. El pueblo
supo verlo porque era como verse a si mismo. Y cuando satanizaban a
Chávez, los satanizadores, satanizaban al pueblo. Y Ahora quieren que
los quieran, que les crean. Tercer strike.
Esto
de El Comandante no es nada nuevo, es solo ooootro esfuerzo vano para
imponer la historia de un Chávez contada a la medida de sus enemigos.
Una raya más para el tigre.
Por
otro lado, para combatir la mentira, desde la burocracia acartonada y
timorata, algunos intentan construirnos a un Chávez con remiendos, bajo
el título publicitario de “Chávez de verdad”. El domingo pasado,
atragantóseme el almuerzo viendo un micro de este intento de réplica al
bodrio de Sony: Con imágenes preciosas de los llanos, la voz de Chávez
en aquel inolvidable discurso de campaña en San Fernando de Apure, “si
me tocara, o mejor dicho: ya sé que no me toca”, añorando la
imposibilidad de correr la misma suerte de Lorenzo Barquero… Yo, apenas
escucho su voz, recuerdo cada palabra de aquel momento perfecto, un
momento que solo Chávez era capaz de crear. Chávez ahí, frente a
nosotros, siendo desgarradoramente humano, como nosotros. Ese Chávez que
llevamos tatuado en el alma… El cuento es que que al oír su voz voz,
dejé de hacer lo que estaba haciendo y me acerqué a la tele buscando
revivirlo todo; recitando cada palabra que me sé de memoria, aguantando
un puchero que se adelantaba al momento en el que a Chávez se le quiebra
la voz: “Me iría para el Arauca…”, aguantando las lágrimas que
siempre, inevitablemente, se me saltan… Estaba ahí, sintiendo ese amor
que cada vez es más grande y más hondo y ¡zuas! viene y me golpea el
alma el audio editado, editada la voz quebrada de mi Presi adorado,
editado su más profundo sentimiento, editado nuestro Chávez bajo el lema
de “Chávez de verdad”.
Me
imagino al burócrata diciendo que mejor es cortar esa parte porque la
voz quebrada es síntoma de debilidad y los héroes no lloran y bla, bla,
bla… Me lo imagino, con el tiempo, refinando a Chávez, editándole con
Photoshop su tacita de peltre, porque esa tacita no es digna de un héroe
de la Patria. Y si de editar se trata, editaría sus chistes, sus
chispeantes salidas, y por supuesto, sus canciones desafinadas: los
héroes son tipos serios y, de paso, no desafinan. Y editando y editando,
si lo dejan, terminaría el burócrata vendiéndonos un “Chávez de verdad”
hecho de frases descontextualizadas, sin largos discursos, sin regaños
legendarios, sin risas, sin amores, sin profundas reflexiones, sin
ideas, sin chavismo, sin alma… Un Chávez igualito al tieso “Bolívar
clásico” de bronce que le gusta a Ramos Allup, no el “amulatado” ese que
nos mostró Chávez y que tan peligroso resulta…
Pues
ni Sony, ni el burócrata. Nadie nos va a va a venir a contar esta
historia que es nuestra, porque la hicimos nosotros viviéndola junto a
Chávez, el verdad, verdad.
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