lunes, 3 de noviembre de 2008

HORROR VACUI (electoral)

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Admirando la impresionante mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, con una suntuosa decoración, me explicaba Harry que la obsesión del Islam por llenar cada rincón con algún detalle recibía el nombre de horror vacui. Este término hace referencia al “miedo al vacío” que esta cultura, y muchas otras (baste con recordar el barroco cristiano), tiene. Algo que puede tener una aplicación político-electoral. Pues en la recta final de la campaña de las Presidenciales estadounidenses, los candidatos se afanan en no perder ni la más mínima oportunidad de rellenar el tiempo con algún acto propagandístico, bien sea haciéndote el padre preocupado por tus hijos llevándolos a buscar caramelos en Halloween, o bien haciéndote el gracioso acudiendo a un programa de televisión en el que haces un poco el ridículo para demostrar que tienes sentido del humor. Tanto en un caso como en otro, y puesto que la campaña concluye mañana con el día de la votación, ésta ha sido lo que prometía: un carrusel de mercadotecnia que ha superado a su predecesora.

Hablábamos hace unos días de la obscena exhibición de dinero que los candidatos protagonizaban a cuenta de la recaudación de sus candidaturas y los gastos asociados. Pero es precisamente este “miedo al vacío” el que les hace gastar y gastar mucho. No siempre la campaña que más gasta es la que mejor resultado electoral obtiene. Pues son varios los casos en los que se gastó mucho y mal. Pero en estos tiempos que corren hay que llenar el mayor número de portadas, programas, especiales, rincones en las calles... y sólo así se explica que los candidatos se estén dando una paliza por no dejar ni un minuto libre. Mención especial merece el programado abandono de la campaña de un Obama que fue a ver a su abuela enferma, vendiéndolo a todos los medios y, por supuesto, el ritmo de McCain. A su edad es un milagro que este hombre resista este trajín. O está dopado o próximo a la extinción. Y nada menos que siete Estados como cierre. Puede que Palin sea Presidenta hasta de lo que imagina.
Tanto espacio para las imágenes, como viene siendo habitual, ha dejado prácticamente nada para los contenidos. No es que a nadie parezca importarle, pero lo mismo hubiese sido interesante saber qué es lo que los candidatos decían más allá de los sueños o las declaraciones de amor al orgullo patrio con cicatrices incluidas. Puede que si hubiésemos prestado más atención a lo poco que se ha dicho de verdad, a los europeos un Obama sumamente proteccionista con el mercado no nos gustaría tanto, más si tenemos en cuenta el desembarco a lo Irak/Irán que pretender hacer en Pakistán. O que nos gustase menos aún un McCain que está a punto de terminar de liquidar el sistema educativo al tiempo en el que deja a la mitad de los estadounidenses endeudados hasta las trancas con su solución al problema hipotecario.

Pero las elecciones no tratan, en ningún caso, de ideas ni de conceptos. Las elecciones tratan de mítines, de debates preparados, de eslóganes, de videos publicitarios y de mucho confeti. Y cómo no, también de encuestas. Los medios proclives a Obama, casi todos en este momento, también están viviendo su particular horror vacui con la constate publicación de la victoria adelantada del demócrata. No pasa un día en el que no se publique un nuevo sondeo en el que Obama no consolide un nuevo punto de distancia. Algo que podría parecer un evidencia del manifiesto triunfo del candidato demócrata pero que no hace sino responder a una estrategia de bandwagon. Su candidatura lo sabe y por eso hablan de una noche más ajustada de lo previsible y no celebran nada. Aunque afirman, algunos analistas, que la verdadera obsesión de Obama es ganar por una victoria aplastante, con la satisfacción de llevarse los feudos que cultivó Bush, lo cierto es que está mucho más difícil de lo que parece. Tanto en un caso como en otro, yo no lo veo tan claro. La America obrera y rural sigue sin sintonizar con un Obama al que ven como un comunista, musulmán, o a los que les preocupa demasiado el color de su piel. Y encima pillan a la tía de Obama de ilegal en el páis, por si fuera poco "cambio" se les puede llenar de inmigrantes sin papeles. Casi nada.

Si finalmente, como algunos empezamos a adelantar, Obama gana por la mínima o incluso pierde, la sombra del racismo planeará sobre los Estados Unidos toda la vida. Decía una de las responsables de la campaña de Hillary Clinton, durante las primarias demócratas, que sólo la misoginia podía evitar que la, por aquel entonces, precandidata fuese elegida la primera Presidenta de la historia de los Estados Unidos. Como todos sabemos, no ganó siquiera la candidatura. Pero, ¿sólo el racismo evitará que Obama sea el primer Presidente negro de la historia de los Estados Unidos? La carta racial ha sido jugada con mucha habilidad por la candidatura demócrata. El color de la piel se ha vendido como un signo más del cambio que se avecina. El Imperio toma un nuevo rumbo y le da el poder a un hombre que representa a uno de los colectivos más explotados y marginados de los Estados Unidos. Insistimos mucho en esta idea de modernidad frente a la conservación de un modelo ultraneoliberal que premia a aquellos que ya premiaba antes. Entre otras cosas porque si está muy feo que un elector no vote a Obama porque es negro, no lo está tanto que sí lo vote por ser negro. Y ahí se encuentra el peligro de las encuestas, en la cantidad de personas que han decidido quedar bien con el encuestador en lugar de manifestar claramente sus preferencias políticas. Parece que esta cuestión la tienen muy clara los visitadores republicanos, a los que empiezan, dicen, a salirles las cuentas. Veremos mañana qué es lo pasa.

¿Ganará Obama? Parece que sí. ¿Ganará McCain? Es probable.
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