miércoles, 21 de septiembre de 2011

"EXCUSAS PARA NO PENSAR"(Eduard Punset)



Prólogo del libro "EXCUSAS PARA NO PENSAR"(Eduard Punset)
Fuente

«Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… 
ni le importa»

Cualquier excusa es buena para pensar que lo que conviene a una persona no sólo es conveniente, sino lo más conveniente. Nos agarramos indefectiblemente a esa excusa para no tener que pensar 
innovando o cambiando de opinión. Es sabido que el cerebro recurre a mil triquiñuelas para que no nos demos con la cabeza en la pared. Lo que le importa no es la búsqueda de la verdad sino sobrevivir. Y si para ello es mejor no pensar o seguir pensando como 
antes, pues tiene una excusa maravillosa para no pensar más.
Tanto es así que los últimos experimentos neurocientíficos 
tienden a cuestionar lo que nos empeñamos en llamar decisiones 
conscientes, al enunciarnos que diez segundos antes de optar por 
una solución, las neuronas han decidido el tipo de resolución que 
vamos a tomar. Sin que nosotros lo sepamos. Algo parecido ocurre con nuestro sistema motor, que opta por un músculo de una 
mano u otra, cinco segundos antes de que lo activemos.
Entonces tuve razón de inscribir en la camiseta de mi grupo 
en Facebook: «Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni le 
importa», le solté al neurocientífico británico John Dylan Haynes, 
reconocido mundialmente por sus pruebas de resonancia magné-
tica e imagen aplicadas al estudio del inconsciente.
«Tenías toda la razón del mundo», fue su respuesta.
A la luz del peso exorbitante del inconsciente —tanto o más 
complejo que muchos procesos cognitivos considerados consExcusas para no pensar FIN.indd   9 14/02/11   11:4910
Excusas para no pensar      Cómo  nos   e n f r e n t amos   a   l a s   i n c e r  t idumbr e s  de   nu e s t r  a   v ida
cientes—, resulta que estamos más desarmados para enjuiciarnos a nosotros mismos de lo que pensábamos. Y no obstante, nos 
empeñamos en escudriñarnos sólo a nosotros mismos, en contemplar minuciosamente nuestros intestinos y decidir, a la luz de 
lo que no vemos, si somos buenos o malos, si estamos predeterminados al éxito o al fracaso, si expresamos empatía hacia el dolor de 
los demás o si, como los psicópatas, no tenemos sentimientos; sobre todo, no tenemos la comprensión de los sentimientos ajenos.
¿Tanto nos cuesta aceptar que estamos mejor preparados para 
enjuiciar a los demás, analizar el mundo de afuera y, particularmente, a la manada de la que formamos parte, que al significado 
del estallido de nuestras propias neuronas al que siempre llegamos 
tarde, a toro pasado?  «¿Tú eres liberal o socialdemócrata, Eduardo?», me preguntó un gran amigo hace veinte años. «Eso lo sabréis 
los que sigáis vivos cuando mis átomos se hayan descohesionado.»
Este libro parte de las reflexiones sobre algo fascinante: lo que 
les pasa a los demás por dentro —en modo alguno en las propias 
entrañas, como suele ser el caso—. Eso es lo que me pidió el XLSemanal, suplemento dominical del grupo Vocento, el más leído de 
todos los semanales. Durante unos tres años he hablado con los 
tristes y apesadumbrados para aprender lo que ellos no sabían: las 
causas del desamor y sus efectos; he conversado con los optimistas 
que no encontraban a su alrededor nadie lo suficientemente infeliz 
para cuestionar su futuro; he intentado sugerir a muchos que había vida antes de la muerte y que ahora podíamos, si no transformar el mundo, sí transformar con paciencia nuestro cerebro; multitud de almas en pena han constatado conmigo que la felicidad es 
la ausencia del miedo, al igual que la belleza es la ausencia del dolor.
¿Sabía el lector por qué el nivel de fluctuaciones asimétricas 
de una cara con relación al promedio explica mejor que unos labios gruesos o unas caderas anchas la seducción irresistible? 
¿Será posible que no sepamos todavía cómo funcionan los mecanismos de aprendizaje de los demás?
Excusas para no pensar FIN.indd   10 14/02/11   11:4911
Prólogo
Cuanto más lo pienso más me reafirmo en la convicción de 
que la pregunta más obvia, la que nos deberíamos haber hecho 
hace decenas de miles de años para sobrevivir, es la de saber qué 
les pasa a los demás por dentro. Me paran en la calle, escucho su 
discurso disonante relativo a por qué son como son sin serlo y me 
quedo fascinado de que me regalen otra ocasión de profundizar 
por qué sus neuronas no les hacen caso.
Creyeron primero que los dogmas, aunque exigieran sacrificios humanos, podían explicarlo todo. Después descubrieron que 
el alma estaba en el cerebro pero que guardaba celosamente todos 
sus secretos. Por último, ahora están, con razón, a la espera de 
que las resonancias magnéticas, clarificadoras de las huellas dejadas en el cerebro por la expresión de sus genes y la experiencia individual, les cuenten la verdad: ¿cómo se toma una decisión, realmente?, ¿qué canales utilizamos para almacenar los recuerdos en 
la memoria a largo plazo?, ¿de qué manera gestionamos nuestras 
emociones básicas y universales?, ¿planificamos los treinta años 
de vida redundante que nos regala el alargamiento de la esperanza de vida?, y, sobre todo, ¿por qué van a disminuir contra toda 
evidencia los índices de violencia en el planeta y aumentar los de 
altruismo?
Cuando haya concluido la lectura de este libro, al lector se le 
habrán sugerido nuevos caminos que, muy probablemente, le induzcan a cambiar de opinión y de vida. Sabrá explorar mejor las 
grandes incertidumbres que supuestamente le acosan. ¿Cuáles 
son esos caminos?
Primero, que estamos programados, es cierto, genética y cerebralmente, pero programados para ser únicos, porque nos habíamos olvidado del impacto neuronal de la experiencia individual. 
Podemos transformar nuestro cerebro.
Segundo, que la felicidad está en la sala de espera de la felicidad y que no debiéramos, por lo tanto, menospreciar el bienestar 
escondido en los a menudo largos itinerarios que conducen a ella.
Excusas para no pensar FIN.indd   11 14/02/11   11:4912
Excusas para no pensar      Cómo  nos   e n f r e n t amos   a   l a s   i n c e r  t idumbr e s  de   nu e s t r  a   v ida
Tercero, que si la felicidad es también la ausencia del miedo, 
tan verdad es que la belleza es la ausencia del dolor; lo que delata 
un rostro o un acontecimiento bello es que el metabolismo de 
aquel organismo o estructura funciona adecuadamente, de acuerdo con las leyes físicas de la simetría.
La gente de la calle queda sorprendida y agradablemente reconocida cuando juntos intuimos algo que no debiéramos haber olvidado nunca: hay vida antes de la muerte, y parecería lógico que 
este pensamiento fuera el que presidiera sus acciones, en lugar de 
seguir escrutando sólo si hay vida, únicamente, después de la 
muerte.
Quinto, que el cerebro, lejos de buscar la verdad, lo que quiere 
es sobrevivir; de ahí que cualquier disonancia con lo establecido 
genere su repulsa inicial. Enfrentado a una opinión distinta no sólo 
la repudia sino que se inhibe para ni siquiera considerarla. Lo contrario le obligaría a reconsiderar todo su planteamiento defensivo.
Sexto, que no es correcto intentar definir la inteligencia como 
se ha venido haciendo hasta ahora: los homínidos eran inteligentes y el resto de los animales no. Ahora resulta que pueden existir 
organismos inteligentes en el resto de los animales, y humanos 
que no lo son. Todo depende si se dan en ellos, simultáneamente, 
tres condiciones: flexibilidad de criterio que les permita cambiar 
de opinión, capacidad para diseñar representaciones mentales 
que les permiten predecir lo que va a ocurrir y, finalmente, si son 
o no innovadores.
Séptimo, que lo importante para innovar no es tanto la disponibilidad de recursos como el conocimiento necesario para progresar. Hemos estado acostumbrados en los años del milagro económico a que bastaba con aportar más recursos para superar 
dificultades, olvidando que el futuro no dependerá tanto de la 
cantidad de recursos como de la tecnología y del conocimiento.
Octavo, que el sistema educativo que dio trabajo a las generaciones anteriores ahora es incapaz de facilitarlo a los jóvenes si no 
Excusas para no pensar FIN.indd   12 14/02/11   11:4913
Prólogo
están dotados de las nuevas competencias para abrirse camino: la 
capacidad de concentración, la vocación de solventar problemas, 
la voluntad de trabajar en equipo, desarrollar la inteligencia social y aprender, por fin, a gestionar sus emociones.
Noveno, que el cerebro tiene sexo y que los varones —al contrario de las hembras— irrumpen en la pubertad más tarde y se comportan toda la vida como si tuvieran doce años; en ellas, el comportamiento infantil desaparece con la edad mientras que en ellos 
perdura toda la vida. Lo de menos es la diferencia de su sistema 
límbico.
Décimo, que ahora sabemos tras numerosas megaencuestas y 
experimentos científicos las dimensiones de la felicidad sin las cuales es muy difícil que, en promedio, se dé en los humanos: relaciones personales, control de la propia vida, saber sumergirse y disfrutar del flujo de la vida. Las otras dimensiones sólo muestran cierta 
correlación con la felicidad en determinadas condiciones, como los 
niveles de renta, la educación o la capacidad de resolver problemas.
Undécimo, que nadie puede pretender sustentar la armonía 
en la pareja, reformar el sistema educativo y gestionar el mundo 
de las empresas sin conciliar entretenimiento y conocimiento. 
Sin fusionar en el mundo moderno los dos conceptos tradicionalmente antagónicos no funcionará ni la pareja, ni la educación, ni 
la vida corporativa.
Por último, que el colapso de las prestaciones sanitarias, educativas y de seguridad ciudadana, a raíz de la necesaria universalización de dichas prestaciones, en un mundo cada vez más globalizado, sólo podrá abordarse con éxito desde supuestos radicalmente 
nuevos de las políticas de prevención. En lugar de aportar más recursos para hacer frente a las crecientes demandas de prestaciones, la solución pasa por la puesta en pie de políticas preventivas 
que mermen las demandas ulteriores.
Barcelona, marzo de 201

No hay comentarios: