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Obama ha matado a unas 2.200 personas en su primer
mandato. La mayoría vivían en lugares difíciles del inmenso Pakistán y se
sospechaba que eran terroristas. Los asesinatos fueron el resultado de la
acción de los drones, aviones no tripulados diseñados para el espionaje y el
ataque. A los 2.000 muertos cabe añadir un cierto número de heridos y de
destrucción material: el drone, contra lo que dice el common sense, mata moscas
a cañonazos. Todas estas cifras, sin embargo, deben tomarse con prevención
porque una de las características del programa (hermosísimo eufemismo) es su
carácter secreto. Es decir. El presidente envía cíclicamente misiones no
tripuladas a Pakistán (más del 90% de las misiones suceden allí) y les encarga
la ejecución de determinados asesinatos; pero no tiene ninguna obligación
constitucional de dar cuenta de ellas. Por frasear: la democracia no tripula
los drones.Estas máquinas mortíferas son admirables por
varias razones. Está la tecnología, lindante con la magia. Y, desde luego, la
evidencia de que los efectos colaterales son irrisorios comparados con los
tanques, la artillería, los bombaderos. No hay duda de que los drones sirven a
la reducción de la violencia en el mundo. El principal problema es que su
acción no puede ser identificada con la guerra. Aun en condiciones de
desigualdad brutal en la potencia de fuego, la guerra supone un riesgo para
todos los contendientes. El drone, por el contrario, supone un riesgo cero y
eso lo deja perfectamente instalado en el terrorismo de Estado. Con razón dijo
ayer con toda solemnidad Obama que una década de guerra ha terminado. ¡Ahora
empieza la del crimen!De esta historia siniestra lo más reseñable, sin
embargo, es la placidez con que Obama ha llevado a cabo sus planes. En América,
por supuesto: un 83% aprueban los vuelos. Pero aún más sorprendente es lo de
Europa, faro moral. Ni en Copenhague, ¡ni en Barcelona!, han convocado, jamás,
una sola manifestación antidrones. Y por supuesto el drone jamás ha sido
trending ni topic. Persiste una gran confusión sobre el pueblo y sus ansias. Lo
que quiere muchas veces el pueblo es no saber. Sin ataúdes de vuelta ni niños
mutilados en los periódicos, la llamada guerra secreta de Obama es, sobre todo,
la guerra secreta del pueblo.El problema de la derecha es su obscenidad.
Siempre gobierna para adultos.(Arcadi Espada)
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