lunes, 12 de noviembre de 2007

Mariló López Garrido,empatía radiofónica.


Mariló López Garrido. Periodista, terapeuta espiritual, escritora y fotógrafa. Madre de una niña, es la décima de 13 hermanos.
Se define a si misma como una narradora de obviedades, una observadora de la vida que vive con total intensidad.
Dirige y presenta el exitoso programa radiofónico “La Voz de la Noche”, líder de audiencia en su franja horaria. (Ahora también en Buenos Aires.)


"El camino correcto es el camino andado por cada uno/a. Si seguimos las normas establecidas, tendremos tranquilidad y seremos aceptados/as y valorados socialmente, pero no seremos ni felices ni habremos hallado la Paz Interior. No soy una buscadora por decisión propia, la vida me obliga todo el tiempo con sus embestidas. Detrás de una pisada, llega la otra… y aunque muchas veces pierdo la Fe y deseo parar, hay algo que me lo impide. Ojala pudiera seguir a otro/a, pero no puedo. Hemos olvidado el camino del corazón y ese es mí único camino verdadero.
No es la forma la que atrae la energía. Es la energía la que atrae la forma. Nos sentimos vacíos porque nos identificamos con la forma, con el cuerpo. Podemos ESTAR CON EL SER QUE MAS AMEMOS EN ESTE MUNDO sin verlo, ni tocarlo, ni siquiera hablar físicamente… esta es la experiencia más “maravillosa” que he vivido en toda mi vida. La presencia física es una forma densa, el AMOR NO REQUIERE de presencia física para manifestarse, alimentarse y crecer. Es sublime, invisible, camina por un puente invisible que hay que caminar con Fe y confianza. El día que dejamos de esperar que suceda algo, comienza a suceder. El día que cesa la búsqueda, sucede.
“Cada uno/a de nosotros debemos ser la mano que cambie el mundo”… Ya basta de dejar que otros se manchen. La evolución y la conquista de los derechos humanos, económicos, sexuales y políticos de la que nos beneficiamos hoy en día, el enriquecimiento que supone la diversidad y el poder sentir al otro/a como un distinto con el que sumo y no resto, es el resultado del trabajo, el riesgo a ser rechazado, el encarcelamiento e incluso la muerte de quienes se comprometieron a ser ellos mismos y lucharon para que ahora otros nos beneficiamos. Esa es la verdadera espiritualidad, dar la cara, mancharse las manos y gritar si es necesario.
Este es el trabajo -con creces-, que más me ha enriquecido espiritualmente y que más me ha enseñado humanamente. Estoy vinculada de por vida con los niños y niñas del tercer mundo. No me gusta llamarlos “Niños de la calle” sino, niños “CON la calle”, porque la calle es muchas veces su único refugio, su única casa y su puerta de aprendizaje. Después de vivir en el tercer mundo, de “oler” los orfanatos, de recorrer kilómetros en busca de una jeringuilla que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte y ver con tus propios ojos los gusanos dentro de sus heridas o sus gritos –que viene del alma y el abandono-, después de estar rodeada de montones de brazos que te piden abrazos y no tener manos, ni caricias, ni besos suficientes, es imposible volver a dormir tranquila. Me pregunto qué estamos haciendo. Es una obligación “mojarse” y ponerse a trabajar. Cuando regreso al Primer Mundo, me siento fuera de casa… mi lugar está allí, con ellos. Yo soy ellos, y ellos soy yo. Soy muy consciente que al ayudarlos no les estamos salvamos a ellos, sino a nosotros que vivimos esta cómoda vida donde no hay saciedad. No padecemos hambre en el cuerpo, pero sí en el alma, solo hay que mirar a la gente a los ojos. El fondo de la mirada de cualquiera de esos niños está más allá del infinito, es cómo el sonido de una caracola marina, intensamente profundo.
El trabajo espiritual está en la vida terrenal más que en ningún lugar. El mayor don que podemos poseer es el de la libertad. Somos prisioneros de nosotros mismos, los carceleros de nuestra prisión y en definitiva, los que tenemos la llave para salir. La libertad y la Paz –la gran asignatura pendiente del planeta- está mirando la realidad de frente. Enfocamos la mirada en la lejanía, en el horizonte y perdemos la capacidad de ver aquello que está justamente al lado.

Estamos atestados de cosas que no necesitamos y además que nos impiden caminar. El equipaje debe ser ligero y hay que dejar espacio vació para volver a rellenarlo, tanto materialmente como emocionalmente. Para SOLTAR LO VIEJO la confianza es fundamental, creer en la energía y en la vida, ver todo lo que nos sucede con una visión más amplia, menos reduccionista o egótica, no perder la perspectiva de que perder es una fantasía. Todo es cíclico, sólo es permanente la muerte.




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