sábado, 12 de abril de 2008

Lenguaje NO sexista.


Mi amigo del blog piorama edita este artículo donde se argumenta que no es necesario y que incluso es una exageración cuando no una aberración el querer igualar también a la mujer mediante un lenguaje no sexista. Así que me decido a copiar este de contra réplica que argumenta lo contrario.

El androcentrismo, el hombre como medida de todas las cosas, es el que lleva a considerar el comportamiento masculino normal, y el femenino, deficitario, desviado de esa norma. El mundo se define en masculino y el hombre se atribuye la representación de todas las cosas. Vivimos en una sociedad patriarcal, sexista, una sociedad a la medida del hombre y de todo lo que éste representa.

Uno de los instrumentos más poderosos del patriarcado es el lenguaje. Un lenguaje que es sexista en tanto que la sociedad lo es. El lenguaje se erige en reflejo de una situación discriminatoria que al mismo tiempo contribuye a perpetuar dicha situación (retroalimentación), debido a la influencia que ejerce sobre nuestro pensamiento. El pensamiento se puede expresar mediante la conducta y el lenguaje, es decir, lo que hablamos es lo que pensamos, y como lo que hablamos es sexista, nuestro pensamiento es sexista, y por consecuencia nuestro comportamiento también lo es, y por extensión la sociedad también. El aprendizaje del lenguaje tiene carácter social y el comportamiento lingüístico forma parte de nuestro comportamiento social en general. Juega un papel muy importante en la socialización, en el desarrollo de la identidad y por supuesto tiene una estrecha relación con el pensamiento. El lenguaje comunica, representa la realidad (nombra la realidad, la crea, la ordena, la interpreta, le da significado), es el vehículo de cultura, refleja la sociedad en cada momento y condiciona nuestro pensamiento. Determina lo individual (pensamiento), lo Interpersonal (individuo-individuo, comunicación), lo grupal y lo social y cultural (sociedad).


Así que, es evidente que el lenguaje se nos presenta como una de las más poderosas armas del patriarcado (pone a cada persona, sea hombre o mujer, en su lugar: uno será el opresor, el poder, la fuerza, el que nada tiene que demostrar; y otra será la subordinada, la debilidad, la que todo tiene que demostrar). El uso de un lenguaje sexista provoca un mantenimiento y una reproducción del sistema patriarcal. Nuestra lengua es sexista porque la sociedad lo es (asigna valores, capacidades, diferencia roles, etc), el lenguaje trasmite ideología, ideología patriarcal. Existe una evidente desigualdad social entre el hombre y la mujer, y esta desigualdad es condicionante de la discriminación lingüística.

El hombre viene definido en el mundo formal según por lo que hace, y la mujer viene definida en términos de sus relaciones con el hombre. Los hombres operan en el mundo como seres autóctonos, mientras que se define a la mujer, se le da identidad, según los hombres con los que se relacione (la mujer de, la novia de). Por esto no es de extrañar que en el lenguaje lo masculino sea lo universal, lo generalmente válido, lo relacionado con la vida pública, lo que todo lo nombra, lo que encierra las connotaciones positivas. Mientras que lo femenino sea lo particular, la excepción a la regla, lo que nombra la vida privada, la individualidad, lo que encierra connotaciones negativas (Fray Luis de León: “La mujer es ante todo intimidad y vida privada...su papel es más bien silencioso, de pura presencia...Representa la serenidad callada frente a la ruidosa acción del hombre”). Además, en el aprendizaje del habla se esbozan las bases de la masculinidad y la feminidad. Del mismo modo que a la mujer no se le ha permitido expresar la agresividad mediante el lenguaje insultante u ofensivo, al hombre se le ha vedado el lenguaje afectivo, la expresión del cariño mediante palabras dulces.

A ambos se les niega dar rienda suelta a sus sentimientos, a unas para ajustarse a la imagen social de feminidad que se les impone, y que excluye la fuerza verbal; a otros para seguir el patrón de masculinidad estipulado, que veta expresiones de afecto en aras de una supuesta virilidad.

Y así nos enseñan a usar el lenguaje desde pequeñ@s, es lo establecido, es lo normal, nadie lo cuestiona. El lenguaje refleja una realidad desigual y la afianza, omite lo femenino de nuestros discursos, da valor negativo (desprestigio, desvalorización) a muchas palabras dichas en femenino (zorra, secretaria, bruja, señora pública, suegra, etc.). Los epítetos, los refranes, los proverbios, los chistes, los insultos, no son más que una forma de terrorismo verbal masculino de aceptación y reproducción general, no es más que una muestra de la humanidad entera. ¿Qué estructuras mentales va a desarrollar una niña que crece entre conversaciones en las que queda excluida (todos quieren jugar, los niños van a la escuela, el primero tendrá un regalo, los derechos de los niños...)? ¿Qué estará pasando en su cabeza, respecto a su aceptación de roles, cuando imagine lo que quiere ser de mayor (me gustaría ser abogado, médico, arquitecto, ingeniero...)?

Las mujeres desaparecen de muchos ámbitos, áreas. Las mujeres son escondidas, silenciadas, no nombradas. Si defendemos nuestro derecho a estar en otros sitios, debemos defender nuestro derecho a estar en el lenguaje. Si nos posicionamos ante cualquier tipo de violencia contra las mujeres, no debemos olvidar la violencia que se hace mediante el lenguaje, verdaderas masacres en nuestro pensamiento. Es un modo más de opresión a las mujeres. Tenemos que defender una representación de las dos realidades existentes, lo masculino y lo femenino (porque lo masculino no abraca lo femenino, son dos existencias distintas), hay que representar la condición sexuada de la humanidad. El cambio del lenguaje desembocará en un cambio de pensamiento, seremos sensibles a las dos realidades pensaremos en ellas. No podemos olvidar la existencia de la mujer (no sólo en la particularidad), como ser autónomo y libre.
Que desaparezca el sexismo en el lenguaje es una ardua tarea, que tiene que venir de cada uno y una de nosotr@s. Concienciarnos de que los desequilibrios lingüísticos provocan desigualdades sociales. Que surja un esfuerzo personal a la hora de utilizar nuestro lenguaje en consecuencia con lo que pensamos, por lo que luchamos y por la sociedad que queremos construir. Contagiar esta sensibilidad y este cambio de actitud a l@s que nos rodean. Empecemos a cuestionar lo establecido, es un trabajo de todas y todos, combatámoslo cambiándolo.
FUENTE:tantaluchatantasonrisa

3 comentarios:

Pais Vasco-Ibasque dijo...

Tere no funciona el enlace de tantaluchatantasorisa y me interesa ver que tal es. ¿Me lo envias bien?
juan
ibasque.com

Anónimo dijo...

que pena que lo perdí porque creía que quedaba puesto en el enlace del blog...no puedo ayudarte Juan...un abrazo
Tere

Anónimo dijo...

Creo sinceramente que esta idea está felizmente superada desde hace varios siglos. Sólo un victimismo innecesario puede mantenerlo como arma revanchista.
Lo que fue, ya pasó en esto y en muchas cosas más. La sociedad progresa y gracias a eso avanzamos.
Así lo creo. Me refiero a :
El androcentrismo, el hombre como medida de todas las cosas, es el que lleva a considerar el comportamiento masculino normal, y el femenino, deficitario, desviado de esa norma. El mundo se define en masculino y el hombre se atribuye la representación de todas las cosas. Vivimos en una sociedad patriarcal, sexista, una sociedad a la medida del hombre y de todo lo que éste representa.
GEMINIS ,Valencia,España