miércoles, 10 de junio de 2009

CIMIENTOS DE UN PUEBLO













Estas imágenes capturadas entre abril del 2005 y noviembre del 2007 son el reflejo de una realidad rural que puede revertirse y es nuestra responsabilidad producir los cambios. Cambios que sólo la educación puede generar, ya que estoy convencido de que ella es el cimiento seguro sobre el que se edifica cualquier comunidad.
Sin duda nuestro extenso interior tiene realidades y necesidades muy distintas en su vasta geografía, las que deberían ser tenidas en cuenta a la hora de trazar objetivos, no sólo escolares sino como políticas de Estado que tiendan al desarrollo, en función de un plan estratégico provincial. Debemos preparar a nuestros ciudadanos teniendo en cuenta las posibilidades laborales futuras y las urgentes demandas de la zona. Para ello las escuelas deben ser la llave para un porvenir mejor, formando ciudadanos capaces de ser actores de una sociedad que se encuentra ahí o muy cerca, no en la capital provincial o federal. Sea esta muestra también un homenaje a todos aquellos maestros que, con actitudes heroicas y sin medir el cansancio, se comprometen a transformar la comunidad en las que les toca ser protagonistas. Gustavo Luis Tarchini
Mayo 2009
Santiago del Estero-Argentina

  • Cimientos de un pueblo Cimientos de un pueblo es el nombre de la obra de Gustavo Tarchini Y Julio Jozami. Documentan y nos traen una realidad que los ha comprometido. Su registro nos pone ante nosotros mismos. Nos enfrentan: al foco que mira; a nosotros que miramos; al sentimiento que les acompañó los ojos cuando ellos enfocaron la vida de changuitos del monte santiagueño. Nos abrieron paso con sus fotos. Nos pusieron a mirar, cómo forjan sus vidas en esas escuelas rurales. No sustituye la muestra, lo que muestra. No agota la fidelidad de la muestra el reclamo que nos hacen. No termina en ella- nos dicen-: La muestra no los reemplaza. Pero, sentimos que puestos ahí, SON ellos lo más parecidos a ellos mismos. Los ojos en esos rostros están pidiendo al presente una oportunidad de futuro. Y nos invitan a que la conmoción que provocan no cicatrice. Nos desafía el arte en la mirada de los niños, a ensanchar las picadas, a recorrer junto a las suyas, una vida solidaria, a comprometernos para que no se achiquen más, enangostadas huellas, por una indiferencia tan transitada. Nos anuncia que esos niños porfían, como no seriamos capaces nosotros. Persisten, ellos con su lúdica iluminada. Y ceñimos nosotros los ojos para no verlos, pretextando excusas elegantes; y nuestro cotidiano trajín los desdibuja, quitándoles su perfil con la mirada; nuestro diario vivir nos amortigua, encanallada el alma. Porque el día a día nos volvió inmunes ante guardapolvos que caminan su propia tierra, confiscada. La obra expande tañidos de campanas. Es un grito silencioso por todo lo que les falta. Nos recuerdan a lo que se llega cuando todos les faltan. La obra nos despierta a un llamado de escuelas, a un crecer de patria. Con-mueve nuestra capacidad de ver. Re-mueve el sentir. Es un vislumbre de conciencia humana. Re-pone y devuelve al centro el valor de la vida humana porque esta muestra, co-funda lo que muestra, muestra la vida: Digna, como la viven Serena, como la profesan Esperanzada, como la sienten Valiente protectora en la escasez. Vencedora, en su intransigencia de siglos Invicta de memorias. Empecinada de niñez. La obra nos redime A sus mentores y autores: Gracias! (Gladys Loys)

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