domingo, 17 de enero de 2010

Insuflar aire mientras se asfixia a Haití


George Bush decía ayer en El País “Envíen dinero” a Haití, mientras el presidente, Barack Obama, ha alabado la “extraordinaria generosidad” de EEUU con este país sacudido por un terremoto de escala 7.0, a través del establecimiento del “Fondo Clinton-Bush”, un sitio web donde pueden hacerse donaciones de 25 dólares para arriba.

Por su parte, Francia decidió condonar 4 millones de euros de la deuda que la isla tiene con Francia, que asciende a 58 millones, y el FMI anunció un nuevo préstamo -que no ayuda- a devolver con intereses de 100 millones de euros.

En cuanto a España, la Vicepresidenta del gobierno ha anunciado una ayuda que supone la décima parte del monto de la deuda externa que los habitantes de Haití deben al Estado español.

Si encuentran noticias que hablen de la deuda de los haitianos con Occidente seguramente se mencionen promesas futuras o “ayudas” que actúan como bálsamo sobre nuestra conciencia. De las vagas recapitulaciones históricas que en contadas ocasiones están apareciendo en los medios casi no se menciona al depuesto presidente Aristide, sino una serie de sucesos tortuosos poco concisos e incomprensibles para quién pretende informarse.

Hablemos un poco de ello. Como saben, se trata del país Suramericano más pobre del continente, cuya historia aparece salpicada de golpes de Estado, el último de los cuales desembocó en 2004 en el derrocamiento del presidente Aristide, cuyo discurso se basaba en la teología de la liberación y la preocupación por los pobres, opciones que pasaban por reclamar el soberano derecho del país a la autodeterminación frente al dominio estadounidense. Por aquel entonces, The Wall Street Journal notaba con cierta preocupación “una retórica apasionada que a veces incitaba a la violencia entre las clases”. No era la primera vez que la CIA lo apartaba de su cargo con un sangriento golpe militar, ya lo hizo en 1991, acusando además al mandatario de “violaciones de los derechos humanos”.

Tras la definitiva destrucción de su soberanía económica en 2004, Haití se doblegó a la disciplina ultraliberal cuya consecuencia, unida a otros males, ha sido la pobreza absoluta y 1.885 millones de euros de deuda externa bruta en 2008, 430 de ellos sólo en intereses.

Si en el peor de los contextos, el actual, los esfuerzos para erradicar por completo la deuda de Haití se limitan a lo que he mencionado en las primeras líneas, no estamos sino ante otro crimen perpetrado desde una inmoralidad que se ampara, como siempre, en la desinformación.

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Recomiendo: Los pecados de Haití. Eduardo Galeano.
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