martes, 7 de diciembre de 2010

Una contra-estrategia ciudadana: diez ideas para acabar con la bestia de Wall Street


Autora:
Pam Martens, veterana economista con larga experiencia en Wall Street,  es actualmente una analista económica independiente.

El debate sobre la crisis económica se ha centrado en los síntomas: rescates, la corrupción en Wall Street, el colapso de los precios de la vivienda, un nivel de paro intratable, la política monetaria de la Reserva Federal… Pero para mucha gente se ha silenciado socialmente la causa misma de la enfermedad: una perniciosa concentración de riqueza. Se oye muy poco el aplastante argumento de que es de hecho la concentración de riqueza la causa última de esta persistente crisis, porque a los pocos milisegundos de haberlo dicho en un foro público saltan ya por todos lados los gritos de "¡Socialista!, ¡Socialista!". Un ejército de idiotizados locutores de derecha llenan las ondas radiofónicas de funestas advertencias sobre el creciente peligro comunista que es la redistribución de riqueza; Rick Santelli se despacha en la CNBC; y los del Tea Party se dedican a pisotearnos (figuradamente… o a veces literalmente).

Pero la gente que más ruido hace no son los archirricos que controlan la riqueza; son en realidad miembros de una red laberíntica de mercenarios, que actúan como un cuerpo de elite de guardaespaldas mediáticos para quienes acaparan toda la riqueza. Los ultrarricos de verdad son los colegas que aparecen en la lista Forbes de los más ricos; gente como Charles y David Koch, cada uno de los cuales con más de 21.500 millones de dólares en su haber, quienes además crean múltiples estratos de respetables organizaciones, como el Americans for Prosperity, para así hacer no sólo socialmente aceptable su tremenda acumulación de riqueza, sino convertirla en el nirvana del debate político. Los Koch celebran una vez al año reuniones secretas con sus colegas ultrarricos, donde comparten el rosario de sus penas y confabulan para lograr que se mantengan los recortes de impuestos a los ricos de Bush, no vaya a ser que se conviertan en el número 6 de la lista Forbes en lugar del 5. Y ello mientras 43 millones de sus compatriotas estadounidenses viven por debajo del umbral de la pobreza, incluyendo a uno de cada cinco niños.

David Barber, profesor asociado de Historia Americana en la Universidad de Tennessee, no teme a la algarabía de esa conspiración de acaparadores de riqueza, y escribe sin tapujos sobre los peligros de la concentración de la misma. Respondiendo a una pregunta por email de la semana pasada, el Dr. Barber comentaba:
"La fantásticamente sesgada distribución de riqueza de la sociedad americana sigue siendo uno de los principales problemas estructurales que subyacen a esta crisis. El 1% más rico de los americanos ostenta alrededor del 40% de la riqueza del país (excluyendo la propiedad de viviendas), en esta que es la más opulenta sociedad que ha visto jamás la historia. Por otro lado, el 60% más pobre de los americanos tienen sólo un 1% de la riqueza total del país. Mantener los recortes de impuestos de Bush simplemente perpetúa parte de la contradicción que nos llevó a la presente situación de crisis económica mundial".

Las estadísticas que cita el Dr. Barber provienen de un estudio llevado a cabo por Edward N. Wolff para el Levy Economics Institute del Bard College en marzo de 2010. Otros hallazgos del mencionado estudio son los siguientes:
El 1% más rico se hizo con 1/3 del total de las ganancias generadas por la riqueza en forma de bienes comerciables durante el periodo 1983 – 2007. El siguiente 4% recibió alrededor de otro tercio del total de ganancias y el siguiente 15% aproximadamente un quinto de las mismas, de modo que el quintil más rico de la distribución se llevó un 89% de todo el aumento de riqueza producido, mientras que el restante 80% de gente se quedó con sólo el 11%.
En 2007, el 1% más rico de los hogares era propietario del 38% de todos los activos bursátiles; el 5% más rico, del 69%; y el 10% más rico, del 81%.
Las deudas fueron de hecho el componente más equitativamente distribuido en los balances de las familias, con el 90% más pobre de ellas soportando el 73% de todo el endeudamiento.
La concentración de riqueza en demasiadas pocas manos mientras el resto de la población carga con demasiadas deudas como para poder comprar los bienes y servicios que producen las empresas, de las que además los más ricos ostentan el 81% de las acciones y por lo tanto de su capital, es simplemente reproducir las condiciones que llevaron al Crack de 1929 y pusieron en marcha la Gran Depresión (el sistema de la Seguridad Social nació a raíz de esa debacle. Ahora los ultra ricos esperan poder poner las zarpas sobre los fondos que el resto del 90% más pobre de la población destina a la Seguridad Social, para así hacer subir el precio de las acciones y beneficiar a ese restante 10% más rico. Cualquier acción que posponga hoy el inevitable proceso de una mayor redistribución de la riqueza, como pueda ser privatizar la Seguridad Social o mantener los recortes impositivos de Bush, simplemente va a acelerar la producción de daños económicos hasta que sea la deflación la que devore la riqueza de los que están en los quintiles más altos).

En su libro "The Worldly Philosophers" (Filósofos Mundanos), Robert Heilbroner explica la situación que llevó a la Gran Depresión de los años treinta:
"El torrente de renta nacional era sin duda impresionante en cuanto a su volumen total, pero cuando uno rastreaba el camino de los millones de arroyos que lo componían se hacía evidente que la nación como un todo se beneficiaba de ello de forma muy desigual. Unas 24.000 familias en la cúspide de la pirámide social recibían un flujo de renta tres veces mayor que el de los 6 millones de familias aplastados debajo – el ingreso medio de las familias más afortunadas era de 630 veces el ingreso medio de las familias en la base de la pirámide… y luego estaba el hecho de que el americano medio había utilizado su prosperidad de una forma suicida; se había hipotecado hasta las cejas, había multiplicado peligrosamente sus recursos a través de las compras a plazos, y finalmente había sellado su destino comprando con avidez fantásticas cantidades de acciones – se estima que unos 300 millones de ellas – y no con sus fondos, sino en el margen, es decir con dinero prestado".
En ambas épocas, Wall Street dejó de ser un mecanismo para asignar capital a las buenas empresas y se convirtió en un sistema institucionalizado de transferencias de riqueza encubiertas. Los principales mecanismos esta vez han sido los falsos derivados emitidos a sabiendas; poner de acuerdo a grandes clientes institucionales para comprar a precios predeterminados el primer día de la emisión de un nuevo paquete de títulos (práctica conocida como laddering) – lo que hace que el precio parezca que se dispare y atrae así al pequeño inversor; amenazar con quitarle la comisión al corredor de bolsa (una penalización) si éste permitía que el pequeño inversor sacara beneficios de esa nueva emisión de títulos – la práctica era reconocida como irregular y se reservaba para los peces gordos. Cuando la euforia de las punto com se esfumó y quedó claro que se trataba de un timo, los pequeños inversores salieron en estampida. Wall Street, con la inestimable ayuda de la FED, se encargó de engrasar la que iba a ser la nueva burbuja – la vivienda – y diseñó derivados aún más complejos para transformar ese mercado en la gallina de los huevos de oro para Wall Street, y en un montón de ejecución de hipotecas para el resto de la gente.
El 21 de enero, el Tribunal Supremo decidió que las empresas pudiesen tener una asombrosa influencia financiera en nuestras elecciones (Citizens United contra la Comisión Electoral Federal), y los resultados de las elecciones intermedias del pasado 2 de noviembre deberían ser un claro mensaje de alerta. No hay ayuda en camino. La consecuencia última de esta concentración masiva de riqueza va a ser una deflación a largo plazo, miseria económica y varias futuras generaciones que nos van a ver como aquella desventurada sociedad que no pudo poner freno a la avariciosa maquinaria de Wall Street, por carecer de un plan para ello.

Los estadounidenses que se preocupan por ello no pueden seguir esperando a que nos rescaten los políticos. Cuando a un entregado servidor público como el senador Russ Feingold de Wisconsin se le ningunea sin paliativos, mientras que alguien ultra-financiado como el senador Rand Paul de Kentucky presta juramento para lo que ha dado en llamarse un mandato popular, el testigo para la salvación económica pasa a manos del individuo de a pie. Por ello a continuación ofrezco diez ideas para empezar con el primer paso destinado a privar de su sustento a la bestia de Wall Street. Y para ser clara con aquellos a punto de saltar sobre sus asientos al grito de "¡Socialista!", no estoy hablando de "redistribuir" la riqueza; estoy hablando de devolvérsela a quienes se les quitó de las manos mediante un mecanismo fraudulento de transferencia de riqueza. 

(1) Acorte su hipoteca: el anterior juez del Tribunal Supremo Louis Brandeis lo resumió así: "Podemos tener democracia en este país, o podemos tener una gran concentración de riqueza en manos de unos pocos, pero no podemos tener ambas cosas". La bestia de Wall Street crece gracias a los intereses que pagamos por nuestras deudas, y los utiliza para contratar lobistas y financiar a políticos para que defiendan sus intereses, no los nuestros.
Según datos a 31 de marzo de 2009 de la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC, una agencia federal independiente creada por el Congreso de los EEUU para asegurar los depósitos bancarios – N. del T.), cuatro gigantes de Wall Street controlan el 35% de todos los depósitos bancarios asegurados y el 46% de los activos (aunque la calidad de dichos "activos" está sujeta a un importante debate). Esas empresas son: Bank of America Corporation, JPMorgan Chase & Co., Wells Fargo & Co. y Citigroup, Inc. Ello deja a las restantes 8.242 instituciones bancarias aseguradas por la FDIC repartiéndose lo que queda. Los depósitos nacionales totales fueron de 7,5 billones de dólares mientras que el total de activos era de 13,5 billones a marzo de 2009. Ello implica claramente una concentración de riqueza demasiado grande y en demasiadas pocas manos, como tristemente hemos comprobado al tener que acabar rescatando financieramente a esas cuatro entidades.
Así pues pida consejo a su contable o su asesor financiero para convertir su hipoteca a 30 años en una a 15 y así mover riqueza desde los bolsillos de los accionistas del banco a los suyos propios. Las tipos de interés no han estado nunca mejor para una jugada de este tipo. De media, durante la vida de su hipoteca se va a ahorrar decenas de miles de dólares en pago de intereses. Puede ver concretamente cuanto se va a ahorrar en su caso accediendo a la siguiente calculadora de hipotecas: www.bankrate.com (no estoy aconsejando ninguna de las hipotecas que se ofrecen en esa página web ya que no he podido investigar esa cuestión; solamente la menciono para usar su calculadora de hipotecas).
Y hable con sus hijos, antes de que se embarquen en una hipoteca, sobre la diferencia del interés a lo largo de la vida de la misma entre una a 30 años y una a 15. Enséñeles como usar esa calculadora de hipotecas. 
(2) Piense localmente: plantéese mover su liquidez desde los grandes bancos de Wall Street que tienen puestos sus grilletes al Congreso, a su banco local cuando éste tenga asegurados sus depósitos en la FDIC (cuidando de no exceder el límite de la cuantía asegurable). Una buena aproximación es estructurar el vencimiento de sus inversiones para que coincida con los momentos en los que va a necesitar el dinero. De nuevo, consulte con su contable y/o su asesor financiero. Ello ayudará también a proveer de fondos para préstamos a los negocios de su municipio y al mercado de vivienda local. 
(3) Empiece un negocio: no se preocupe por la posible llegada de una carta de despido; sea proactivo. Empiece un negocio por su cuenta. Hágalo bien haciendo lo correcto: ¿qué producto o servicio puede ofrecer que quiera y pueda permitirse un consumidor en dificultades? (Algunas ideas podrían ser: asesoría fiscal sobre deudas, cuidado infantil barato, asesoría sobre ejecución de hipotecas, si dispone de tierras agrícolas un negocio de fruta y vegetales recolectados por uno mismo, tiendas de segunda mano, arreglos domésticos en viviendas que se vendan, etc.).
(4) Invierta sabiamente: sea listo con el uso que le de a su plan 401(k) (uno de los sistemas de pensiones para asalariados más conocidos de EEUU – N. del T.). Invertirlo en el S&P 500 (el equivalente al IBEX 35 – N. del T.) es simplemente alimentar a la bestia; y la bestia va a usar su capital barato para contratar a lobistas, crear grupos de presión (llamados Political Action Committee) y alejarlo a usted de sus representantes políticos. Algunos planes 401(k) le permiten trasladar el 50% o más de los fondos a su propio fondo de pensiones una vez alcanzada cierta edad. Llame a su oficina de la Seguridad Social y averigüe qué opciones tiene. Hable con su contable y/o asesor financiero antes de tomar ninguna decisión. Puede incluso que le interese abrir su propia cuenta de ahorro en un banco local y comprar certificados de depósito asegurados como alternativa a poner más fondos en su plan 401(k).
(5) Acérquese a las cooperativas de crédito: ¿alguno de los miembros de su familia pertenece a una cooperativa de crédito? Es posible que le puedan abrir a usted también una cuenta. Si necesita utilizar una tarjeta de crédito, trate de conseguirla a través de la cooperativa de crédito a un precio razonable y luego deshágase de cualquier otra tarjeta que tenga que sea más cara. Es un escándalo que algunos de los bancos que necesitaron un rescate van a recibir el dinero de la Reserva Federal casi gratuitamente mientras están cobrando a los ciudadanos comisiones del 20% por sus tarjetas. 
(6) No utilice tarjetas de crédito de compañías que abusen de usted: todas las siguientes tiene algo en común: Home Depot, Exxon Mobil, Shell, Macy's, Sears, Zales. Todas ellas dan crédito a sus clientes a través de una tarjeta de crédito de Citigroup. Con el uso de esas tarjetas 40 millones de clientes están ayudando a sostener a Citigroup y sus prácticas contrarias a los consumidores y la ciudadanía. Citigroup exige a sus trabajadores que renuncien por escrito a su derecho a acudir a los tribunales (ver el número 8 más abajo), y ha estafado seriamente a los inversores mediante prácticas fraudulentas.
(7) Ataques a las marcas: es bastante probable que los comerciantes de su localidad no tengan un grupo de presión y unos lobistas a las puertas del Congreso trabajando en contra de sus intereses, ¿no? Recompénseles con sus compras y castigue a las empresas del S&P 500 hasta que capten el mensaje: si quieres que respete tu marca, respeta tú mi derecho a la representación política.
(8) Devuelva los tribunales a los trabajadores: muchas de las grandes empresas obligan a sus trabajadores a renunciar por escrito a su derecho a acudir a los tribunales nacionales si quieren conseguir un empleo. Se llama arbitraje obligado y es un proceso terriblemente injusto que está además diseñado para favorecer a la empresa. Si acude a una entrevista de trabajo, pregunte si la empresa tiene ese tipo de política y en ese caso salga por donde ha entrado.
(9) Quéjese: no permitamos que prácticas encubiertas sigan sin conocerse. Escriba un informe detallado y diríjalo al organismo adecuado: el fiscal de distrito, la oficina del fiscal general, oficinas de protección al consumidor, etc. Y escriba una carta al editor del periódico local. Todo ello ayuda a prosperar a los buenos negocios y pone dificultades a los engañosos y fraudulentos.
(10) Sencillamente, diga no: a las fotografías desnudo, la radiación, la palpación genital… todo solamente para subir a un avión. No vuele. Estará luchando por los derechos civiles y dañando a Wall Street. Las empresas de bio-escáneres operan en Wall Street y sus banqueros ya esperan que la vigilancia policial en el interior del país va a ser su nueva gallina de los huevos de oro.

Traducción para www.sinpermiso.info: Xavier Fontcuberta
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Counterpunch, 23 noviembre 2010

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