martes, 15 de febrero de 2011

Cenando con Ernestina.



Ernestina Herrera de Noble saliendo del restaurante Sotto Voce en Recoleta. (NACHO CARRERAS)
Fuente del artículo
Por 
Exequel Siddig
esiddig@miradasalsur.com

La dueña de Clarín reapareció el miércoles en un restó de Barrio Norte.

Hay dos mujeres en la Argentina que son La Señora. Una es la gestora del primer reality lunch argentino; se la ve comer al mediodía con algunos invitados de ocasión. La otra va a cenar asiduamente a Sotto Voce, un restaurante entre canchero y refinado, que desde 2003 da de comer a la crema del show bizz, la política bon vivant y, cada tanto, el rock cool y fumón. El miércoles pasado esa Señora, la más rica de las dos, la que nunca desde los años de Plomo ha aparecido por tevé, la Señora Evanescente, se dejó ver en su restó preferido apenas pasadas las 9 y media nocturnas. Iba envuelta en un tapado gris plomo; había que defenderse del catarro y de esos 10ºC que tiritaban en el fresco del Bajo Barrio Norte. Para ella Sotto Voce es territorio neutral, un espacio donde todavía La Señora es una señora, y las señoras de su edad se levantan para saludarla y “solidarizarse”, como hizo al aire la Señora de los Almuerzos algunas semanas atrás.
La última información sobre el paradero de Ernestina Herrera de Noble la había dado Eduardo Anguita en este semanario (20.6.10), confirmando que la dueña del Grupo Clarín había viajado a Estados Unidos el 5 de mayo. Parecía un escape entre gallos y medianoches. Ernestina reapareció en Buenos Aires justo el día en que el abogado Antonio Liurgo presentó ante el juez Oyarbide una denuncia por la presunta “comisión de delitos de lesa humanidad” en la operación de la compra de Papel Prensa, en 1977. El mismo día en que el titular de la Unidad de Información Financiera (UIF), José Sbatella, radicara una denuncia penal ante la Fiscalía Federal 3, a cargo de Eduardo Taiano, para que se investigue la posible “manipulación de precios de acciones” del Grupo Clarín, Banco Patagonia y Consultatio SA, que luego fueron adquiridas por fondos de inversión controlados por las Afjp.
Por eso, cuando La Señora traspuso las múltiples caras coloridas que Marta Minujin estampó en la galería vidriada del restaurante, la excitada sorpresa de la abogada Merlina Licht no pudo contener su afición al Twitter. “Ernestina Herrera de Noble en sottovocce!”, escribió al instante la panelista de Mañaneras desde su Blackberry. Twitter es una red social que permite publicar comentarios de hasta 140 caracteres. La diferencia con Facebook es que es pública, no se necesita invitación. Merlina estaba sentada a la mesa que habitualmente ocupa La Señora. Es una mesa apostada discretamente contra la pared de Ayacucho, fuera del alcance de los curiosos. De modo que esta vez Ernestina invitó a su amiga –según una fuente, la abuela de una conocida actriz que nació en el ’77– a sentarse al lado de la ventana de una de las dos mesas que dan a Libertador.
“Los escalopines”, pidió La Señora comme d’habitude , unos “Escaloppine de Lomo Pimienta Verde con Ratatuille” ( sic ), que cuestan $76 bien pagados. No lo acompañó con Dom Perignon ($1.370) ni con el champagne Catena Zapata Cosecha 1999, el más caro de la lista, a $2.150 la botella. Repitió la costumbre: un Pascual Tosso, industria mendocina.
Empotradas en donde “tejen las arañas”, las cámaras de seguridad tomaban entonces a La Señora recibiendo afectuosos saludos de las comensales coetáneas, que se paraban para saludarla. Ernestina tiene 85 años. A los 51 adujo encontrar de casualidad a Marcela en una canastita a la puerta de su casa y la adoptó. Luego se comprobó que esa versión era falsa. Su amiga suele hablarle de la nieta; ella, de la misma edad, le habla de sus hijos.
Mientras, los dos guardaespaldas conversan con el señor de la puerta. Mientras, la 4x4 Volkswagen polarizada en que vinieron descansa en el valet parking. Si necesitan un auto al vuelo, está el Passat gris estacionado sobre Ayacucho, vigilante de cualquier movimiento raro, con los otros gendarmes de la Señora que se apiñan en el sudor de la calefacción móvil.
En el universo ubicuo de la Red, al mensaje de Merlina lo toma primero el periodista de la revista Gente , Miguel Braillard:
@Merlinalicht Estás ahí? Mando fotógrafo.
@ Miguelbraillard Toy acá ella está contra la ventana con una sra.
Son cerca de las 10.30 de la noche. El tapado gris oscuro de La Señora cuelga de la pared, como un nubarrón. La Señora está en Buenos Aires. ¿Tiene un reaseguro político que antes no tenía...? El fotógrafo de Miradas al Sur también sale al ruedo de la noche en un taxi. “A Libertador y Ayacucho. Rápido, por favor.”

Camaradería gallarda. Hay una cierta camaradería entre los habitués de los lugares caros. No te vi, no me viste. Una especie de discreción debida. Salvo raras excepciones, los periodistas, de bolsillos magros, no llegan a esas latitudes pitucas. El Plaza Grill, del Hotel Marriott Plaza; Tomo I, del Hotel Panamericano; o El Mercado, del Hotel Faena + Universe son recintos donde los encuentros del mundo yuppieestán casi a salvo. Ahora, sin embargo, las nuevas tecnologías 3.0 hacen que cualquier ciudadano esté tentado a practicar la curiosidad picante del paparazzo. Y envía mensajes por Twitter, twittea .
Sotto Voce es una voz italiana que significa “(en) voz baja”. Hay apariciones y hay desapariciones, hay negocios y asociaciones ilícitas que de a poco dejan de estar en el secreto de los salones afectados de los herederos de Marcos Sastre. La democratización informativa aparece en Argentina al calorcito de las redes sociales.
Así que mientras los fotógrafos están en camino, La Señora departe alegrías y quizá también espera la inminente aparición periodística. ¿Si sabía que se podían adulterar las muestras de ADN, ¿por qué se fue del país? ¿O sólo se hizo una escapadita para comprar en la 5th Avenue?
La cuestión es que el lugar –que décadas atrás hubiese estado enfrente del tren fantasma del Ital Park– es discreto pero chic. Tiene mesas de blanco riguroso, sillas de nogal con asientos de rombos salmón y rosados, cortinas plegables de tela blanca, madera clara por todo el lugar. Discreto pero chic.
Las paredes están decoradas con pequeños cuadros de estrellas del cine italiano. La Señora conversa a sus anchas entre fotos de Roberto Begnini y Michelangelo Antonioni. Hay una foto en particular que pareciera increparla, que está justo a sus espaldas, al pie de la escalera que lleva al baño. Una presencia escrupulosa, como la del diablito que habla en el oído derecho. Es el afiche del film Zabriskie Point, que el ya consagrado Antonioni filmó en California en 1970.
La película interpela al flower power del hippismo con la Realpolitik de la resistencia de izquierda. Hay dos protagonistas, un hombre y una mujer. En Zabriskie Point , unos lagos petrificados de hace 5000 años en el Oeste norteamericano, una estampa marciana, ella le dice:
–Qué bueno si plantaran pensamientos en la mente. Así nadie tendría feos recuerdos. Sabes, podríamos plantar cosas maravillosas... Una niñez feliz, padres comprensivos, sólo cosas buenas.
–Haciéndole olvidar a uno la horrible realidad –dice él, medio sarcástico.
–Ese es el asunto. ¡No hay nada horrible!
La viuda de Noble reapareció en (su) público después de asegurarse que efectivamente las muestras de ADN de Felipe y Marcela habían sido adulteradas. Cerca de la mesa de Merlina Licht, un señor con una corbata de Yves Saint Laurent o Hermenegildo Zegna pide un Johnnie Walker Etiqueta Azul on the rocks , una botella que se menea casi vacía en la frondosa barra del lugar. El Pascual Tosso de la Señora se agota. Sonríe. Discreta. Evanescente.
Al final, los fotógrafos llegan, casi al unísono. Los guardaespaldas entran a empellones y cierran las cortinas, pero no maltratan a la prensa. Tampoco impedirán que se le saquen fotos a la Directora cuando salga del recinto. La Señora se pondrá la nube gris encima. Y esta pequeña historia de reapariciones terminará antes de que comience el jueves. Cuando los gallos y las medianoches salgan a hacer sus cosas. En voz baja.



No hay comentarios: