El artículo “La arqueología como ciencia o como ficción: Arthur Posnansky en Tiahuanaco” de Daniel Schávelzon ha sido publicado en la revista Todo es Historia, no. 309, pp. 32-49, Buenos Aires, abril de 1993 y como “Arthur Posnansky y la arqueología boliviana: una bio-bibliografía”, en Beitrage zür Allgemeinen und Vergleichenden Archaologie, tomo 16, pp. 335-358, Mainz, 1996. También ha sido publicada en el blog “Misterios del tiempo”, cuya URL es http://misterios1.tripod.com/tihuanaco1.htm
La desmesurada vida de Arthur (Arturo) Posnansky comenzó en Viena en 1873 y se apagó en La Paza en 1946. Su nombre está unido a Tiahuanaco (Tiwanaku), a cuyo estudio consagró cuarenta y dos años, parte de su fortuna y la mayoría de sus ciento setenta publicaciones. Elaboró una teoría completa de la historia humana. Arrollador, tozudo y absoluto, cruzó espadas con académicos que cuestionaban su amateurismo. Su vida fue una permanente aventura: capitán de barco, combatiente en el Amazonas, cauchero, cartógrafo, etnólogo, náufrago y sobreviviente. Su apetito intelectual no reconocía límites. Idolatrado y odiado, acumuló grandes hallazgos, pero también grandes errores que jamás rectificó.
Si en la historia de la arqueología en Sudamérica tuviésemos que hacer una encuesta acerca de cual es el personaje más conocido y difundido en todos los niveles sociales, casi habría consenso de que es Arthur Posnansky. Su trabajo está indisolublemente ligado a las ruinas de Tiahuanaco en Bolivia y a las innumerables hipótesis seudo científicas sobre ese sitio. Desde sus primeros libros publicados en 1904, hasta la difusión comercial masiva de Erich von Daniken en la década de 1970, son por cierto miles las publicaciones que han discutido, a favor o en contra, sus ideas. La arqueología académica, por otra parte, siempre lo signó como «el enemigo», ejemplo perfecto de un amateur al que había que olvidar, desconocer y achacarle el poco avance que la ciencia tuvo en Bolivia por medio siglo. Ambas posturas hacen necesario revisar con detenimiento la vida y la obra de este pionero desde una perspectiva más amplia, tratando de entender toda su vida, su multifacética obra la arqueología es sólo una parte de ella-, incluyéndolo en una perspectiva histórica que tome en cuenta las condiciones de la ciencia en la región a principios de siglo. Vale la pena registrar que Posnansky publicó por lo menos 170 trabajos o versiones o reediciones de su obra, y que ninguna de las varias bibliografías que sobre él existen está más o menos completa, incluso sus biógrafos cayeron en la apologética o en lo melodramático, disfrazando aún más su personalidad. El mismo, poseedor de una imaginación exaltada y una personalidad peculiar, nunca se citó bien a si mismo, hizo listas de publicaciones con errores, agregados, cambios constantes, dio por publicadas cosas que no existían (y borró otras que sí lo estaban) y llevó meses de trabajo organizar este material en el Iberoamerikanisches Institut de Berlín. Pero este articulo tiene también un objetivo que va un poco más allá de la mera revisión del pasado: es un intento de comprender una mentalidad particular, la forma de pensar y entender la vida misma de este hombre inusitado. ¿Por qué sus ideas calaron tan hondo en el pensamiento popular? ¿Por qué, durante muchísimos años, fue una figura deificada e idolatrada? ¿Por qué, para combatirlo, fue necesario el trabajo conjunto de muchos de los grandes arqueólogos de todo el mundo? Y también están las otras preguntas: ¿cómo fue posible que un hombre, individualmente, construyera una teoría completa de la historia humana, que intentara armar el rompecabezas racial, cronológico, cultural de la América prehispánica? ¿Y que esas ideas fueran asumidas, aceptadas y llevadas adelante por tanta gente? Iremos viendo de a poco qué fue realmente lo que sucedió y trataremos de entender a este peculiar personaje, sus escritos y su obra. La historia de este austríaco de familia polaca y formación germánica se inserta en la de muchos europeos emigrados a América latina que como él, llegaron sin un rumbo prefijado, encontrándose con un mundo totalmente diferente al que podían haber imaginado. Allí comenzó la Gran Aventura que fue la vida de Posnansky. Porque don Arturo, como se lo llamó más tarde, fue el prototipo del siglo pasado: militar, capitán de barco, cauchero en el Amazonas, millonario en dos años. Ingeniero cartógrafo, etnólogo, viajero empedernido, arqueólogo por afición, observador minucioso de grupos indígenas, antropólogo físico. Su vida fue una aventura que duró hasta su muerte. Vivió como un aventurero en el mayor sentido de la palabra: y cuando ya había hecho largos viajes, grandes fortunas, una guerra propia en que fue herido, náufrago y sobreviviente, luego de haber levantado planos en la zona más cerrada del Amazonas y convivido con los grupos indígenas aún aislados en la selva, es decir a los 30 años, inició su máxima aspiración, una tarea que nadie como él podía soslayar: la de la historia americana. Tiahuanaco lo cautivó incluso antes de conocerlo, ya que siendo un ingeniero naval (con rango de teniente) en la Marina del Real Imperio Austro- Húngaro, a los 19 años, escribió un corto estudio sobre las relaciones entre la arquitectura de la isla de Pascua y Tiahuanaco. ¡Y aún no se había movido del puerto militar de Pula! Pudo, aunque nosotros sepamos que estaba equivocado, construir ladrillo tras ladrillo una historia del poblamiento de América, de sus pueblos, sus razas y de la superioridad de unas sobre otras, darle fecha a cada evento, a cada edificio, explicar su significado, entender su lenguaje y traducirlo: no fue sencillo. Y escribió cientos de libros y artículos, los que llevó por el mundo entero, discutió en congresos internacionales, creó y organizó instituciones culturales para difundir lo que vino a llamarse «su credo». Era dogmático y absoluto: se estaba con él o contra él: no había otras opciones. Así, su obra y sus ideas trascendieron las fronteras e hicieron conocer en el mundo a Bolivia y sus ruinas: Tiahuanaco pasó a ser el centro de las polémicas en todo el mundo, y aún lo sigue siendo. Y aunque le tocó vivir en los años en que muchos exploradores y arqueólogos estuvieron en el sitio, y escribieron buenos y malos libros, Posnansky fue impermeable a todo. Nunca citó a nadie que no fuese a él mismo. como no fuera en apoyo de sus propias ideas. Sus hipótesis eran establecidas desde el inicio como verdades definitivas: nunca dudó, nunca volvió para atrás, nunca rectificó nada. Hizo algunas correcciones pero siempre de forma, nunca de fondo. Sus descubrimientos no podían ser mancillados por otros, él había descubierto la verdad y era propia. Como todo buen explorador quería derechos absolutos sobre sus descubrimientos.
Explorador aventurero militar y geógrafo (1879-1903) SIGUE LEYENDO
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