Opinión
Por Gonzalo Viscarra Pando (*)
El imperio del norte no duerme nunca. Sus ojos están siempre puestos en América Latina. Algunos de sus agentes criollos que escriben comentarios, nada periodísticos, en algunos medios se mueven cada vez que existen convulsiones sociales. Se delatan cuando develan implícitamente que existe una conspiración internacional contra Bolivia y que fue denunciada varias veces. En dicho marco, un “falso profeta” o “pitoniso moderno” “predijo” hace diez días que un inminente cambio de gobierno estaba “a la vuelta de la esquina”. Hoy, ese señor, con seguridad, debe sentirse frustrado, porque sus “augurios” no se cumplieron ni por casualidad. Este obnubilado columnista creyó ilusamente que la “crisis”, resultante de una ola de conflictos sociales que sacudieron a nuestro país en los pasados días, iría a concluir, inevitablemente, en el derrocamiento del actual gobierno.
Muy suelto de cuerpo, sugirió “al nuevo gobierno”, que “quizás tenga que pedir a las Naciones Unidas que envíe sus cascos azules (militares) para controlar la situación”. Se puede colegir, de sus palabras, que su siniestro y constante deseo es que se desate una virtual “guerra civil” en nuestro país.
Conocemos su desaprensiva oposición al gobierno. Está bien. Pero eso no le da ningún derecho para arrogarse la “representación del pueblo” cuando literalmente afirma que “los bolivianos quieren el fin de todo esto y quieren que esto se acabe de una buena vez”. Una ridícula apreciación que develó que detrás de los conflictos sociales se esconde aún una peligrosa subversión, bajo el pueril y temerario argumento de que el nuevo presidente “deberá tomar en cuenta que nuestro territorio ha sido copado por grupos irregulares y se ha convertido en una especie de Naciones Unidas de las “mafias del mundo”. ¿Qué le pasa a este desubicado señor? De qué mafias habla y dónde se encuentran? Cree todavía en aparecidos y, además, no revela el nombre de su “futuro nuevo presidente” (que no existe ni en sueños), cuando dice: “Quien quiera que se haga cargo del país tendría que saber que las cosas son muy difíciles”.
Cuando alguien denuncia que el narcotráfico “ha copado” presuntamente nuestro territorio (pretexto para una posible invasión militar) y “que los bosques son arrasados por ejércitos de cocaleros que gozan de todos los beneficios”, nos parece una cobardía y nada ético no revelar explícitamente las fuentes de información, menos mostrar pruebas de lo que se afirma, máxime si se trata de un comentario-denuncia, que más parece un panfleto político irresponsable, sin asidero alguno, y que por su contenido causa daño más a la imagen del país que al propio gobierno. Las afirmaciones del “falso profeta” de marras, una vez más, han caído en “saco roto”.
Aclaro que sigo ejerciendo el periodismo y sólo obedezco a mi conciencia, a mis convicciones y a nadie más. No creo, finalmente, “que la unidad nacional esté fracturada”, y más bien lo que se percibe del artículo que me he permitido comentar es que se está llamando desesperadamente a una sedición que quiebre nuestro sistema democrático, que fue recuperado por el pueblo con un alto costo de sangre.
(*) Gonzalo Viscarra Pando es periodista y escritor
El imperio del norte no duerme nunca. Sus ojos están siempre puestos en América Latina. Algunos de sus agentes criollos que escriben comentarios, nada periodísticos, en algunos medios se mueven cada vez que existen convulsiones sociales. Se delatan cuando develan implícitamente que existe una conspiración internacional contra Bolivia y que fue denunciada varias veces. En dicho marco, un “falso profeta” o “pitoniso moderno” “predijo” hace diez días que un inminente cambio de gobierno estaba “a la vuelta de la esquina”. Hoy, ese señor, con seguridad, debe sentirse frustrado, porque sus “augurios” no se cumplieron ni por casualidad. Este obnubilado columnista creyó ilusamente que la “crisis”, resultante de una ola de conflictos sociales que sacudieron a nuestro país en los pasados días, iría a concluir, inevitablemente, en el derrocamiento del actual gobierno.
Muy suelto de cuerpo, sugirió “al nuevo gobierno”, que “quizás tenga que pedir a las Naciones Unidas que envíe sus cascos azules (militares) para controlar la situación”. Se puede colegir, de sus palabras, que su siniestro y constante deseo es que se desate una virtual “guerra civil” en nuestro país.
Conocemos su desaprensiva oposición al gobierno. Está bien. Pero eso no le da ningún derecho para arrogarse la “representación del pueblo” cuando literalmente afirma que “los bolivianos quieren el fin de todo esto y quieren que esto se acabe de una buena vez”. Una ridícula apreciación que develó que detrás de los conflictos sociales se esconde aún una peligrosa subversión, bajo el pueril y temerario argumento de que el nuevo presidente “deberá tomar en cuenta que nuestro territorio ha sido copado por grupos irregulares y se ha convertido en una especie de Naciones Unidas de las “mafias del mundo”. ¿Qué le pasa a este desubicado señor? De qué mafias habla y dónde se encuentran? Cree todavía en aparecidos y, además, no revela el nombre de su “futuro nuevo presidente” (que no existe ni en sueños), cuando dice: “Quien quiera que se haga cargo del país tendría que saber que las cosas son muy difíciles”.
Cuando alguien denuncia que el narcotráfico “ha copado” presuntamente nuestro territorio (pretexto para una posible invasión militar) y “que los bosques son arrasados por ejércitos de cocaleros que gozan de todos los beneficios”, nos parece una cobardía y nada ético no revelar explícitamente las fuentes de información, menos mostrar pruebas de lo que se afirma, máxime si se trata de un comentario-denuncia, que más parece un panfleto político irresponsable, sin asidero alguno, y que por su contenido causa daño más a la imagen del país que al propio gobierno. Las afirmaciones del “falso profeta” de marras, una vez más, han caído en “saco roto”.
Aclaro que sigo ejerciendo el periodismo y sólo obedezco a mi conciencia, a mis convicciones y a nadie más. No creo, finalmente, “que la unidad nacional esté fracturada”, y más bien lo que se percibe del artículo que me he permitido comentar es que se está llamando desesperadamente a una sedición que quiebre nuestro sistema democrático, que fue recuperado por el pueblo con un alto costo de sangre.
(*) Gonzalo Viscarra Pando es periodista y escritor
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